Una semana después del documental de Jordi Évole, «Operación Palace», aún dura la resaca y colean las reacciones. Durante estos días he leído de todo, la verdad, críticas y alabanzas. Quizá más de las primeras que de las segundas, pero no creo que todas ellas se deban al documental en sí sino a que reconocer que uno ha picado el anzuelo molesta.
A estas alturas todo el mundo sabe de qué va, pero por si alguien anda un poco despistado, se lo resumiría como una fabulación sobre el 23F. Con la peculiaridad de que es presentado como un documental verídico, mezcla pruebas reales con la fantasía de los guionistas, lo que hace que el espectador se confunda y piense: «o Jordi Évole nos está tomando el pelo o nos han tomado el pelo a todos los españoles». Ante esta disyuntiva yo diría que un poco de ambas.
El primer argumento que esgrimen los más críticos es que antepone la televisión espectáculo a todo lo demás, lo que verdaderamente le interesaba es aumentar la cuota de audiencia a costa de todo. Si pensamos que el documental es sólo eso se puede entender que haya quien se molestó por jugar con algo tan sensible como el 23F. Los que lo vivieron, por lo que he podido ver, son los más molestos por esto. Y es entendible. No fue un momento fácil con una democracia tan joven y después de una dura guerra civil y una dictadura. Pero a quienes opinan que sólo fue espectáculo para er líderes de audiencia habría que decirles que «Salvados» ya es un programa con un liderazgo consolidado, y que si sólo es espectáculo hay formas mucho más fáciles de conseguirlo. El documental conlleva más trabajo y preparación que otro tipo de artimañas, de hecho Jordi Évole explica que lleva años preparándolo: «el falso documental se viene gestando desde hace tres veranos, cuando vimos en La 2 ‘Operación Luna’ y pensamos cómo podríamos aplicarlo en España, buscando una fecha con suficientes interrogantes». Así que al margen que pueda ser considerado espectáculo quedarse ahí me parece un argumento simplista.
Operación Palace: ¿la invención del documental historia ficción? En España, en televisión, sí es algo novedoso. Ha creado la expectación necesaria, lo ha ido anunciando durante un par de semanas, creando expectativas en los espectadores, lo presenta Jordi Évole que se ha ganado nuestra credibilidad y tratado temas que eran intocables… Así que todo está listo para que caigamos y no dudemos, a priori, de lo que nos presenta. Y esta vez lo que nos presenta no es una crítica a cualquier aspecto de la sociedad, es historia-ficción. Es nuevo, no. Ya se había hecho con Dark Side of the Moon, un documental que presenta que la llegada del hombre a la luna fue un montaje, y se había hecho con La Guerra de los Mundos, esta vez en radio, en el programa Orson Welles relata la caída de meteoritos sobre la Tierra, fue una adaptación radiofónica de la novela La Guerra de los Mundos de H.G. Wells. Por lo tanto el género no lo inventó. Lo que sí hizo fue tocar la historia española, tocar la Transición, algo al parecer intocable. Al final del documental queda claro que todo ha sido una especulación, piden perdón por si alguien se ha sentido ofendido, pero pese a la ficción se cuenta la verdad, en cambio «hay muchos días que hay portadas de periódico que en la contraportada no te dicen que es falso», comenta Jordi Évole.
Y ¿es que hay algún motivo por el que realmente no nos podamos cuestionar cómo ocurrió? No. Es más, es un ejercicio sano. Y cuestionarse algo es inevitable mientras hayan documentos clasificados. Como también se expuso en el debate posterior en España hay poca cultura de desclasificar. Jordi Évole comenta en una entrevista a El diario que «Intentamos también denunciar que 33 años después todavía no se pueden consultar el sumario y los archivos del juicio del 23F» Y además de clasificar parece que hay cierta tendencia a borrar el rastro. La transparencia fortalece la democracia, el oscurantismo solo crea recelos y desconfianzas. Recelos, desconfianzas y fabulaciones. Por lo tanto este documental entraría dentro de la normalidad en una sociedad madura, es sano cuestionarse las cosas y es sano poner una pizca de humor. A los que recurren a esto para atacar el documental les diría que piensen qué pasaría si realmente lo que nos hicieron ver no es tal cómo lo vimos o vivieron, y es que mientras hayan documentos por investigar esto es una posibilidad. Dentro de unos años podrían crear un documental ficción sobre la época de Aznar. Cómo saber si es cierto o no cuando antes de abandonar la Moncloa ordenó borrar todos los discos duros y copias de seguridad. El tema de que no se desclasifiquen documentos cuando llega su plazo (largo, pero en fin, es el que es) o que se puedan destruir sí me parece una causa a la que elevar nuestras críticas.
«Operación Palace» se ha presentado también como un experimento sociológico. Este es uno de los aspectos que más me ha gustado. Han jugado con datos reales y fabulaciones para vendernos algo y en principio lo compramos, aunque a medida que avanzaba el documental ya buscábamos el tique para pedir la devolución. En un momento del documental se dice que el golpe debería ser televisado ya que lo que salía en televisión era verdad. Pues algo parecido ocurre aquí. Actualmente dudamos de lo que sale en televisión, dudamos de lo que nos cuentan los políticos y desconfiamos en general de todo lo que no encaja en nuestro marco conceptual. Jordi Évole y su equipo jugaron con la credibilidad que tiene «Salvados». Como ya comentaba una credibilidad que se han ganado a pulso, con programas que deberían exponerse en las facultades de periodismo de todas las universidades. Con esta credibilidad que tienen si presentan un documental sobre el 23F vamos a pensar de entrada que nos van a contar algo que ocurrió de verdad, algo que además no nos esperamos y algo que estamos predispuestos a creer. Y estamos dispuestos a creer porque no nos han mentido y esa confianza hace que relajemos nuestro dudómetro. Otro motivo para creer en el documental es la falta de transparencia, como comentaba, que han dado lugar a todo tipo de teorías. Una de ellas, es la de que quien más beneficiado salió del golpe fue el rey, hasta entonces alguien designado por Franco para el cargo, criado por él y dispuesto a instaurar de nuevo una monarquía tras la II República (que era el régimen legitimo antes de la dictadura franquista), tras el golpe el rey obtuvo una legitimidad que no tenía, y que aún hoy en día cuando uno pregunta por la monarquía aluden a aquella actuación del rey. Lección a aprender: no creerse todo lo que se diga sin cuestionarlo venga de quien venga.
«Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas»
George Orwell
Jordi Évole citó una vez a George Orwell para definir qué era para él el periodismo. Y por eso mismo Salvados es el mejor programa de la televisión actualmente, en cada capítulo cuenta algo que algunos muchos no quieren que sea contado, tratan de desvelarnos qué hay detrás del teatro que nos muestran.
Si hay un programa que fue especialmente molesto para «algunos» que se sacara a la luz fue el dedicado al accidente de metro de Valencia. El accidente que costó la vida a 43 personas e hirió a otras 47 fue silenciado por la visita del Papa a Valencia. Fue silenciado y prácticamente borrado de la memoria colectiva. Todo un ejercicio exitoso de manipulación mediática. Fue borrado de la memoria colectiva pero no de la memoria de las víctimas y familiares. Así que la Asociacion Víctimas Metro 3 Julio (@avm3j) y la comisión de investigación ciudadana Cero responsables (@0resonsables) estuvieron luchando desde 2006, y concentrándose en la plaza cada día 3. Pese a estos esfuerzos no tuvieron la repercusión suficiente para hacerse eco en los medios, no tenían la suficiente repercusión o no interesaba que la tuvieran. Pero un día el equipo de Salvados se fijó en eso, y realizaron uno de los mejores programas de su historia. Un ejemplo de cómo se hace periodismo y de cómo usar el poder que tiene para cambiar las cosas. Y por fin el esfuerzo por que no cayese en el olvido ha sido recompensado: la Audiencia reabre el caso del accidente de metro de Valencia.
Enhorabuena por contribuir a que se haga justicia.
Termino de ver el programa de Salvados de hoy bastante indignada. Indignada por la clase de políticos que nos gobiernan y triste por la falta de valores de la sociedad. Hoy el programa iba sobre el accidente en el metro de Valencia que costó la vida a 43 personas, y que cuesta encontrar a alguien que lo recuerde. Accidente que quedó impune. Pero el de la otra semana iba sobre la industria farmacéutica. Y el anterior de otro tema totalmente diferente. Pero en todos veo un patrón común que es la banalidad del mal y la falta de valores.
Hannah Arend acuño término «banalidad del mal» que no es nada exclusivo del nazismo. Su libro Eichmann en Jerusalen trata sobre el juicio a este funcionario nazi que no era un tipo que se considerase especialmente malo, simplemente cumplía órdenes y lo hacía eficientemente. Como funcionario era ejemplar ejecutaba órdenes y punto. Es una simple cadena de mando. El número de judíos muertos era otra cosa.
Puede parecer exagerado aplicar este mismo término a la sociedad, pero si analizamos es lo que está ocurriendo. Cuando una persona se presta a realizar cualquier acción de moral cuestionable solo porque sí, o porque es su trabajo, o porque le han comprado de alguna manera está insertándose voluntariamente en esta cadena del mal. Volviendo al Salvados de #Olvidados se cuenta cómo fue la comisión de investigación, que para ser el accidente de metro más grave de España duró 4 días, las personas llamadas a declarar tenían un guión que se les «facilitó» para acuñar la versión oficial y evitar contradicciones. Está muy bien que una persona años después hable y diga lo que le dijeron que debía decir, y que rectifique. Pero el problema es que la gente acepta esto. Te pueden dar un guión pero depende de la catadura moral de cada uno decir la verdad o no. En el momento en el que aceptas esto estás siendo cómplice y tan culpable como los verdaderos responsables. Estás siendo cómplice y además estás ayudando a que se cometa otra injusticia.
Respecto al tema político en democracia la palabra corrupción debería ser la excepción. Un político debe ser inmaculado, debe ser ejemplar, debe ser una persona a la que prestamos nuestro voto, nuestra voluntad, para que nos represente. Y para que nos represente durante un tiempo finito y siempre y cuando respete la voluntad del pueblo. En tiempos de vacas flacas es muy fácil criticar, indignarse y pedir cabezas. Pero no olvidemos que las cabezas que ahora pedimos son las que hemos puesto en esos sillones en época de vacas gordas. Que mientras ha habido botín del que beneficiarse parece que no era tan malo que a cambio de un trabajo, de un dinero, o simplemente a cambio de un estatus, la sociedad consintiese y engordase al monstruo. Un político corrupto no debería existir y debería asumir responsabilidades al minuto uno. Se ha consentido que esta especie se convierta en endémica en nuestro país, todo porque cuando teníamos el poder de construir nuestra democracia estábamos a otras cosas y la gente vendió la democracia. Y añadiría que la gente que vendió lo más valioso que tenemos, que es nuestra libertad y capacidad de decidir, lo vendió muy barato. Uno tiene la opción de dejarse comprar o no, si una persona tiene unos valores íntegros no se dejará comprar de la misma manera que no robará no porque lo prohíban las leyes sino porque está mal. Siendo optimistas pensemos que el ser humano es capaz de aprender durante toda su vida, y que por lo tanto no es tarde para que la sociedad se reeduque y tome conciencia de los valores democráticos, y consiga erradicar la plaga de corrupción que está consumiendo España.
Ahora me pregunto ¿es posible reconstruir una democracia que no lo es desde los cimientos que ya tenemos o es necesario derribar todo y empezar de cero?, ¿si el pueblo recupera su soberanía será capaz de mantenerla sin venderla al mejor postor?